El consumo habitual de azúcar activa los neurotransmisores cerebrales, como la serotonina y las endorfinas, que transmiten sensaciones de placer y bienestar. Es la búsqueda de esa fuente de felicidad que refuerza el deseo y la voluntad cada vez mayor de comer sacarosa. Un ciclo que acaba en dependencia, lo que según varios científicos y nutricionistas puede equipararse al de la peligrosa heroína.
La preocupación surge si tiene cualquiera de estas señales:
- debe preocuparse si no puede pasar sin glucosa, sacarosa, fructosa, sorbitol, glatosis, poliglicitol u otros derivados;
- si todavía tiene hambre después de una comida completa o incluso sin hambre le apetece un pastel;
- cuando el día corre mal ataca dulces;
- come chocolate en secreto;
- tiene sobrepeso, pero aún así no dispensa un dulce.
En este contexto, quizás lo mejor sea ser conscientes de la necesidad de reducir el consumo de azúcar antes de que sea demasiado tarde. Busca una alimentación más natural y equilibrada, sin alimentos procesados y más hortalizas frescas 100% biológicas, corte en los refrescos, sustituya el azúcar refinado por azúcar moreno, miel, malta de cebada, malta de arroz, o stévia, entre otros. En la práctica, vaya reduciendo las dosis de azúcar en el té, en el café y sobre todo en la cocina.
Después de unas semanas, si te sientes mejor en tu día a día entonces no dudes, sigue caminando casi sin azúcar, pues tu cuerpo, alma y espíritu te lo agradecen.
Este texto es una toma de conciencia. En consonancia con la estación del año y el momento en que se encuentra, cabe a cada un sentir si debe consumir este alimento. La dosis y frecuencia dependen de la naturaleza y de la condición física de cada Ser Humano.
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