¿El Ser Humano puede controlar el envejecimiento de las células? Esta es la pregunta para un millón de euros que la bioquímica Elizabeth Blackburn consiguió responder después de trabajos en el campo de la medicina molecular sobre telómeros y la enzima telomerasa, ya que estos son los protectores del envejecimiento de las células y tienen también implicaciones en el proceso como las células se vuelven cancerígenas.
Un proyecto de investigación que le valió el Nobel de Medicina en 2009, junto con Carol W. Greider y Jack W. Szostak. Estos tres científicos explicaron claramente cómo la telomerasa podría ser la clave para la eterna juventud.
Elizabeth Blackburn descubrió cuál es la estructura de los telómeros y también verificó que cuando una célula se divide el telómero acorta, pero vuelve a crecer.
Por su parte, Carol Greider, alumna de doctorado de Blackburn, detectó que la enzima telomerasa es la que hace que el telómero crezca. Por fin, Elizabeth Blackburn y Jack Szostak, el tercer laureado, demostraron que este proceso de crecimiento no era específico de la célula que Carol Greider estudió, pero que también ocurría en las células del cuerpo humano. Fue la constatación de cómo las puntas del cromosoma se protegen y se mantienen constantes a lo largo del tiempo. Pues antes, era sólo conocido que las células madre, a partir de las cuales se producen todas las otras, y las células tumorales tenían la telomorasa activa, manteniéndose siempre vivas.
Como la mayoría de los materiales, los telómeros tienden a desgastarse por su acortamiento y siempre que tal ocurre el ser humano va envejeciendo. La percepción de esta dinámica puede ser un paso para prolongar la longevidad activa de forma saludable.
¿Pero qué son los telómeros?
Los telómeros fueron identificados, por primera vez, por Hermann Joseph Muller, en los años 30 del siglo XX. Más tarde, en 1965, Leonard Hayflick hizo la primera observación directa del fenómeno de muerte celular sin pre-replicación. En homenaje al científico, la longitud mínima en que los telómeros pueden alcanzar antes de causar problemas a la división celular pasó a llamarse Límite de Hayflick.
Después Elizabeth Blackburn, presidenta del Instituto de Estudios de Biología en San Diego (también fue presidente de la Asociación Americana para el cáncer de la investigación y ya fue considerada una de las 100 personas más influyentes en el mundo según la revista TIME), junto a otros dos científicos, como hemos mencionado anteriormente), descubrió cómo los cromosomas están protegidos por telómeros y por la enzima telomerasa.
De manera facilmente comprensible, Elizabeth Blackburn da el ejemplo: un zapato con cordones . Imagínese que el cordón es un cromosoma (de la larga cadena de ADN) en que en la punta tiene un plástico o metal que sirve de protección al desgaste de dicho cordón, o sea, es el telómero. Luego cuando el telómero se desgasta todo el material genético contenido en el cromosoma queda desprotegido y la célula deja de poder renovarse de forma apropiada. Una especie de manzana podrida que afecta todo el tejido a su alrededor y se transforma en una inflamación crónica.
En la práctica, los telómeros dejan de regenerarse y llegan a un punto en que no permiten más la correcta replicación de los cromosomas, siendo que la célula pierde completa o parcialmente su capacidad de división. El acortamiento de los telómeros también puede eliminar ciertos genes que son indispensables para la supervivencia de la célula o silenciar genes cercanos. Como el proceso de renovación celular no tolera la muerte de las células antes de la división correcta de las mismas, el organismo está más expuesto a enfermedades y tiende a morir en un corto espacio de tiempo.
Para Elizabeth Blackburn los telómeros son un ejemplo perfecto de cómo nuestros cuerpos son influenciados por la herencia génica (50%) y por las experiencias que vivimos en la vida (el restante 50%). Es esta última parte que la científica admite que está en nuestras manos: nuestros comportamientos diarios pueden darnos mayor longevidad o causar enfermedades y sufrimientos, a pesar de haber una longevidad pre-programada por la genética.
Elizabeth Blackburn ejemplifica, por ejemplo, que ciertos productos químicos (pesticidas, tintes capilares, plásticos, etc.) o la calidad de nuestras relaciones influyen en nuestros telómeros. “Es esencial que se crezca en un ambiente emocionalmente positivo que nos haga sentir bien. Esto debe suceder en todas las áreas: en casa y en el trabajo”, dijo la científica en una entrevista al español El Confidencial el 27/9/2017).
Una de las últimas grandes experiencias sobre el comportamiento de los telómeros fue hecha por la NASA a través de dos gemelos, ambos astronautas. Scott Kelly, que pasó 340 días en la estación espacial internacional, presentaba telómeros más largos que antes del viaje, una comparación que también se hizo con su hermano, Mark Kelly, que se quedó en la Tierra. Los científicos dicen que los telómeros de Scott volvieron a disminuir en la Tierra, según la CNN (febrero de 2017) y creen que el aumento verificado en el espacio ha sido causado por el intenso ejercicio físico y por las pocas calorías que el astronauta ingirió. La NASA prometió revelar más detalles de este estudio, pues en cuestión están muchos otros análisis, tales como el comportamiento del ADN y RNA de cada uno de estos astronautas.
En el antiguo Egipto, en el tiempo de Hierofantes, se encontraron papiros sobre la psicostasia o pesaje del alma. Papiros que fueron descodificados por Étienne Guillé. El científico y biólogo molecular mostró y comprobó, a través del lenguaje vibratorio de la vida a la base molecular y la ciencia de los 17 sentidos, que en las renovaciones celulares de siete en siete años, las cuatro fases alquímicas a nivel de la heterocromatina constitutiva de la psicostasia existen alteraciones en cada uno fase como la Tele-acción / Lesión / Amplificación / Translocación. Cambios que se replican y donde los telómeros, metales alquímicos y tres principios filosóficos de la vida tienen una función específica y terminan este proceso con éxito o no. En la práctica, influencian todo nuestro día a día a través de nuestros actos, sentimientos y el estado de nuestro cuerpo, alma y espíritu, pudiendo incluso desencadenar situaciones nombradas como enfermedades.
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