Tener una alimentación correcta y saludable es fundamental para cualquier ser vivo, sin embargo, cuando esta preocupación se convierte en un comportamiento obsesivo, entonces pueden haber complicaciones a nivel físico y emocional. Es la llamada ortorexia (palabra oriunda del griego ‘orthos’, que significa correcto, y ‘orexia’, que quiere decir apetito). Esta expresión se usó por primera vez para definir este transtorno, en 1997, por Steven Bratman, médico norteamericano y autor del libro Food Junkie (Adictos a la comida saludable). Para Bratman, la ortorexia comienza por la virtud de obtener un cuerpo sano, pero se convierte en una obsesión por el control rígido y la restricción de ciertos alimentos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) admite que la ortorexia ya afecta 28% de la población de los países occidentales y la tendencia es para aumentar. En Portugal no hay números oficiales porque, como dice Ana Rita Lopes, coordinadora de la Unidad de Nutrición Clínica del Hospital Lusíadas de Lisboa, en declaraciones en el sitio web del hospital, la ortorexia no es aún “considerada una enfermedad del comportamiento alimentario, tal como la anorexia y la bulimia nerviosas”.
“Esta preocupación desmesurada con la alimentación lleva a que estos individuos dediquen cada vez más tiempo a planear sus comidas y menos tiempo al ocio, pudiendo tener un impacto negativo en su vida social”, subraya también Ana Rita Lopes.
En la práctica, la conciencia de tener una alimentación saludable empieza por convertirse en una obsesión que puede terminar en una pesadilla para el cuerpo, alma y espíritu, con repercusiones incalculables.
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