En el país de Louis Pasteur, cerca del 15% de los bebés no son vacunados porque más del 40% de la población considera que las vacunas no son seguras. Una creencia que ha sido reforzada a lo largo de los tiempos.
El estudio de Andrew Wakefield, publicado por la revista “The Lancet” en 1998, que relacionaba el autismo con la vacuna SRP, que contiene Timerosal (sustancia derivada del mercurio utilizada como conservante en vacunas), habrá dado un fuerte impulso al sentimiento de inseguridad sobre las vacunas. La verdad es que el caso Wakefield fue probado que era falso, sin embargo, la Agencia Francesa de Medicamento decidió en 2000 prohibir vacunas con Timerosal, al igual que EE.UU. (en 1999) y otros países.
El temor se mantiene bien vivo, pues continúan surgiendo casos sospechosos como, por ejemplo, el de tres bebés que perdieron la vida después de la vacunación con Rotavirus. Hay ejemplos más recientes como el de muertes asociadas a la vacuna H1N1 y en 2014 las autoridades francesas asumieron incluso que había una relación directa entre la vacuna contra la Hepatitis B y un aumento súbito en la esclerosis múltiple, aunque científicamente no esté probado. A este aspecto, en junio de 2017, el Tribunal de Justicia Europeo (TJUE) decidió que las vacunas pueden ser apuntadas como fuente de enfermedades, incluso sin pruebas científicas. La sentencia tuvo como base un caso de un francés (J.W. que murió en 2012), vacunado contra Hepatitis B, a finales de los años 90 y a quien fue diagnosticado, un año después, esclerosis múltiple.
Ahora la decisión del TJUE considera que la vacuna puede considerarse la causa de la enfermedad, siempre que las demás pruebas sean suficientemente graves, específicas y consistentes ( lea aquí la decisión del Tribunal ).
Pero hay más casos, como por ejemplo, el de la portuguesa Suzette Fernandes que en 1999 descubrió que sufría de miofascitis macrofágica, una rara enfermedad muscular asociada al hidróxido de aluminio utilizado en algunas vacunas.
A pesar de una gran parte de los franceses desconfiar de las vacunas y rechazarlas, el gobierno liderado por Emmanuel Macron decidió que a partir de 2018 será obligatorio recibir 11 vacunas. Se trata del brote de sarampión que ha afectado la Europa y al que Francia tampoco ha escapado. Pero la imposición gubernamental cae por tierra en el día a día, ya que muchos médicos también temen los efectos nocivos de las vacunas y aceptan, siempre que los padres piden, la excepción prevista en la ley para que no se administren las vacunas.
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