“Nada está parado; todo se mueve; todo vibra. “Esta es la ley de la vibración, que según los antiguos faraones de Egipto, significa que desde
átomos,
células (en nuestro cuerpo hay alrededor de 100 trillones de células),
seres humanos,
animales,
verduras,
metales,
planetas,
sistemas solares,
galaxias,
o macrocosmos,
todo está en constante movimiento, vibración y todo es energía. Y no es sólo la materia, también los pensamientos y sentimientos como emociones, voluntades, deseos, amor, rabia, entre otros, se transmiten a través de frecuencias de vibración energéticas que pueden manifestarse en escalas de sonido o tono.
Es esta certeza que ha llevado a lo largo de los siglos a muchos científicos a elaborar teorías sobre los elementos constituyentes de la materia (átomos y partículas subatómicas) y a comprobarlas en laboratorio.
Uno de los últimos grandes ejemplos ocurrió en julio de 2012, con la detección de señales del bosón de Higgs, a través del gran acelerador de partículas (LHC) del Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN), que se encuentra cerca de Ginebra, en Suiza.
Una confirmación que surge cerca de 50 años después de que se publicó la teoría del bosón de Higgs.
En 1964, François Englert, de la Universidad Libre de Bruselas y su colega Robert Brout (entretanto fallecido), por una parte, y del británico Peter Higgs, de la Universidad de Edimburgo, por otra, publicaron de forma separada, pero al mismo tiempo, la teoría de la existencia de la partícula subatómica que fue conocida por el bosón de Higgs.
Se trata de una partícula que está presente en todo el espacio y es en las interacciones con ella que las otras partículas subatómicas del átomo adquieren su masa, tal como está previsto en el llamado Modelo Estándar de la física de las partículas, que describe la composición, a nivel subatómico, del mundo que nos rodea.
Esta confirmación en laboratorio dio a Englert e Higgs el premio Nobel de Física en 2013, ya que permitió completar el elenco de las partículas previstas por el modelo estándar.
En la práctica, fue un paso más para intentar percibir lo que ocurrió hace unos 14.000 millones de años, cuando la antimateria desapareció tras el Big Bang, y también es una puerta para el análisis de la naturaleza de la materia oscura que representa cerca de 30% del universo.
Pero para percibir la importancia de esta confirmación en laboratorio conviene retroceder un poco en el tiempo.
Sólo a principios del siglo XX se percibió cómo se constituían los átomos que dan origen a la materia, hablamos del descubrimiento del núcleo atómico (donde están los protones, los neutrones y donde la fuerza electromagnética conecta los electrones). Hoy ya se sabe que los átomos son divisibles, al contrario de lo que se pensó durante muchos años, en partículas subatómicas y que éstas también son divisibles.
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